Un mundo cada vez más áspero: el ascenso de Trump, Netanyahu y Milei

El colapso del sistema internacional basado en reglas quedó expuesto con el reciente bombardeo de Estados Unidos a Irán. En el escenario global, se consolida un nuevo consenso: la necesidad de liderazgos fuertes, sin restricciones. En este nuevo paradigma, el presidente argentino vuelve a posicionarse entre los beneficiados.

El nuevo orden sin reglas: Trump, Netanyahu, Milei y el poder sin límites

El sábado 21, a las 22 horas, minutos después de que Donald Trump anunciara que Estados Unidos había comenzado a bombardear Irán, el reconocido politólogo argentino Juan Gabriel Tokatlian envió un breve y alarmante mensaje a sus contactos:
“El largamente degradado y deteriorado orden basado en reglas ha colapsado.”

Días después, Tokatlian desarrolló su diagnóstico: el ataque de EE.UU. a Irán fue lanzado sin autorización del Congreso, sin invocar defensa propia ni buscar respaldo de las Naciones Unidas. A diferencia de conflictos anteriores —como la Guerra del Golfo, Afganistán o la invasión de Irak—, esta vez no hubo justificación legal alguna. Según Tokatlian, esto marca el punto final del sistema internacional liberal fundado tras la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, no todos comparten su visión. En medio del éxito operativo del ataque y el restablecimiento de la calma, Trump y Netanyahu emergieron fortalecidos. Incluso The New York Times, símbolo del liberalismo estadounidense, publicó un artículo provocador de David Brooks titulado “Detesto a Netanyahu, pero en algunas cosas tiene razón”. Brooks, pese a sus críticas a la conducción israelí en Gaza, reconoció que ante amenazas reales como Irán, algunos líderes impopulares pueden actuar con claridad estratégica.

En ese artículo, Brooks reflexiona sobre el error histórico de Occidente al subestimar a líderes totalitarios, desde Hitler hasta Mao, y sostiene que hoy, muchos siguen negándose a aceptar que enemigos como Irán, Hamas o Hezbollah dicen lo que realmente piensan y actúan en consecuencia. Para él, Netanyahu —a pesar de sus fallas— tuvo el coraje de nombrar al mal y actuar en consecuencia.

Este contraste entre quienes defienden un sistema de reglas internacionales y quienes privilegian respuestas inmediatas y sin restricciones expone un dilema central en las democracias modernas: ¿cómo debe actuar un país democrático ante una amenaza terrorista? ¿Debe respetar las normas del derecho internacional o responder con eficacia al costo de la legalidad?

Los ejemplos sobran: Hamas no consultó a la ONU antes del ataque del 7 de octubre; Rusia invadió Ucrania sin provocación; Irán financia grupos armados que disparan contra civiles. En este mundo, el poder —y no las reglas— define la acción. El que tiene más fuerza, impone su visión. No se trata de moral, sino de eficacia.

Mientras se desarrollaba el bombardeo sobre Irán, la Corte Suprema de EE.UU. avalaba decisiones que podrían eliminar derechos constitucionales históricos, como la ciudadanía por nacimiento. Al mismo tiempo, se intensificaban las deportaciones masivas de migrantes, y en Gaza, soldados israelíes eran acusados de disparar a civiles hambrientos.

Este panorama plantea preguntas inquietantes: ¿el bombardeo realmente frenó el programa nuclear iraní o solo postergó una tragedia mayor? ¿Está Occidente perdiendo su legitimidad moral al abandonar los principios que antes defendía? ¿Cómo aplicará China esta lógica? ¿Qué consecuencias puede tener para el futuro global?

Lo cierto es que el modelo de liderazgos sin límites gana terreno. Trump, Netanyahu, Orban, Bukele, Erdogan, Putin, Khamenei… y Javier Milei. El presidente argentino ha sabido posicionarse dentro de este nuevo esquema. Viajó a Israel a apoyar a Netanyahu, calificó a Irán como enemigo de la Argentina y respaldó abiertamente a Trump. Hoy, con la ofensiva militar y el fortalecimiento del ala dura global, Milei se encuentra —una vez más— entre los ganadores.

El canciller israelí Gideon Sa’ar resumió este vínculo ideológico al tuitear, tras el bombardeo sobre Teherán, una frase familiar para los argentinos:

“¡Viva la libertad, carajo!”