
Sin una estrategia definida ni consensos con antiguos aliados, el Gobierno enfrenta un momento clave en el Senado.
Los libertarios atravesaron una semana complicada en el Senado. Mientras el kirchnerismo y sectores menos ‘dialoguistas’ impulsan una sesión, otros legisladores admiten —en voz baja— el descontrol fiscal que implicarían algunos proyectos, los cuales podrían ser vetados por el Ejecutivo. El oficialismo evalúa distintas opciones ante este escenario.
El Gobierno, sin estrategia ni acuerdos, enfrenta una tormenta política en el Senado
«Controlado ya no hay más nada», deslizó a Infobae un importante referente opositor del Senado el martes pasado, en una frase luego confirmada por una figura de peso dentro del oficialismo libertario. La escena resume el clima que se vive en la Cámara Alta: un heterogéneo bloque de kirchneristas, radicales, peronistas federales y ex «dialoguistas» avanzó con proyectos que incomodan al Gobierno, que sin una estrategia clara y tras incumplir acuerdos previos, dinamitó el frágil equilibrio del recinto.
Ese mismo martes, comenzó a tomar forma un escenario político de alta tensión que podría extenderse hasta las elecciones nacionales de octubre. En medio de este contexto, gremios aeronáuticos también amenazan con medidas de fuerza contra la desregulación del sector, anticipando más conflictividad.
Entre el martes y el jueves, el bloque opositor consiguió destrabar iniciativas clave: la mejora de haberes jubilatorios, la reactivación de la moratoria previsional y la declaración de emergencia en materia de discapacidad. A ello se sumaron dos proyectos respaldados por gobernadores que plantean una distribución automática de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y la eliminación de fideicomisos y fondos especiales, así como una reforma al impuesto a los combustibles para redistribuir recursos hacia las provincias.
Más que una bola de nieve legislativa, lo que crece es una amenaza fiscal. Si el Congreso aprueba las tres primeras leyes mencionadas, el Gobierno podría tener que despedirse de su objetivo estrella: el superávit fiscal. En los pasillos del Senado, algunos lo admiten sin rodeos.
«Estoy de acuerdo con la emergencia en discapacidad. Pero, ¿usted hizo los números? ¿Sabe lo que implica convertir el bono a jubilados en un derecho permanente? El Gobierno debería haber abierto las comisiones antes. Así esto se evitaba. A mí me prometieron una cosa, y a los dos minutos pasó otra. Así no se puede», expresó un senador radical.
Desde el oficialismo, la respuesta fue ambigua: «Estamos preocupados, pero tampoco nos cortamos las venas». Sin embargo, desde principios de 2024, la estrategia del Ejecutivo en el Congreso ha sido clara: avanzar sin concesiones, incluso si eso implica choques institucionales. Pero esa dinámica, lejos de consolidar el poder, empieza a encontrar resistencia.
El proyecto de reparto automático de ATN —presentado por referentes del kirchnerismo, el radicalismo, el PRO y otros legisladores provinciales— cuenta con el respaldo de los 24 distritos. Detrás de estas propuestas, también hay una lectura política: un sector de la oposición busca reactivarse tras meses de inacción, agitando temas sensibles como jubilaciones o discapacidad, pero con un claro trasfondo de reposicionamiento electoral.
El funcionamiento del Senado se ha tornado caótico. Las comisiones se abren y cierran a conveniencia, los invitados aplauden y discuten a viva voz sin orden, y en algunos pasajes la escena se asemeja más a un festival improvisado que a un debate legislativo serio. La discusión técnica queda relegada. Lo que importa, en esencia, es el control de una enorme masa de recursos.
En este escenario, los discursos emotivos y las causas nobles sirven más como herramientas de marketing que como políticas públicas serias. Mientras tanto, la crisis de representación y la falta de mínimos institucionales dejan el terreno abonado para el caos.
Durante un año y medio, La Libertad Avanza se movió casi sin obstáculos, capitalizando el desgaste de las gestiones anteriores. Pero ahora enfrenta turbulencias internas y externas. La competencia electoral recrudece, y las peleas dentro del oficialismo ya son moneda corriente, acompañadas de operaciones políticas dignas de otras épocas.
¿Qué hará el Gobierno ahora? El jefe de bloque en el Senado, Ezequiel Atauche, evalúa impugnar la autoconvocatoria de la comisión de Presupuesto y Hacienda —que él mismo preside—, lo que dejaría la decisión en manos de la vicepresidenta y titular del Senado, Victoria Villarruel. Lo mismo podría ocurrir con la eventual sesión impulsada por la oposición.
La gran incógnita es si el Gobierno optará por reaccionar a tiempo o repetirá el libreto de 2024: dejar avanzar los proyectos, vetarlos y luego usar el conflicto como bandera discursiva.
«Quieren tener cerrado el Congreso lo más que se pueda y después nos insultan por los sueldos. Se cuelgan la medalla cuando ganan, y cuando pierden cambian el relato para ver si pueden sacar ventaja. En la vida no podés quedarte con todo. Eso es lo que suena a cosas del pasado», sentenció un protagonista clave de esta semana.