
Cristina candidata o presa?
El Gobierno busca la candidatura de Cristina Kirchner en Buenos Aires mientras observa a la Corte; todo esto en medio de la interna peronista, la confusión «republicana» y un posible mensaje cifrado de Milei al Papa.
La Estrategia de Milei: Provocación, Anti-Sistema y la Incógnita Kirchner
Javier Milei entregó un provocador regalo al Papa Francisco: una colección de libros de Jesús Huerta de Soto, un académico que defiende el «anarquismo de propiedad privada» y la abolición del Estado, conocido por sus críticas a Bergoglio y la «justicia social». Este acto, disimulado como un «caballo de Troya en miniatura», es un claro ejemplo de la constante necesidad de Milei de proyectar una imagen antisistema, incluso dentro de los protocolos vaticanos. Esta misma impulsión lo lleva a descalificar, insultar y usar un lenguaje vulgar en público, despreciando a quienes le exigen «guardar las formas», pues considera que su éxito radica en desafiar lo esperado.
De esta manera, Milei busca instalar la idea de que no existen reglas y que la voluntad del líder define «la nueva verdad». La disidencia es castigada sin piedad, llegando incluso a ataques crueles desde el poder, como el dirigido a un niño con autismo. Esta narrativa de «indomable» ha sido efectiva, combinándose con un programa económico que ha logrado reducir la inflación y estabilizar el tipo de cambio. También ha sido exitosa porque el Gobierno ha utilizado sin reparos la dicotomía «bien contra mal»: criticar a Milei es, para su narrativa, sinónimo de querer el regreso del kirchnerismo.
La Encrucijada de la Oposición y la Corte
Esta «coartada moral» ha permitido que gran parte del PRO y el radicalismo apoyen medidas legislativas que, en privado, consideraban injustas. Buscan ahora un acuerdo electoral de supervivencia, especialmente en la provincia de Buenos Aires, bajo la premisa de que «contra Cristina Kirchner todo vale». Sin embargo, esta cómoda lógica de «ellos contra nosotros» ha entrado en crisis. Las recientes informaciones desde Tribunales sugieren que la Corte Suprema podría convalidar la condena de prisión contra la expresidenta, lo que la excluiría de la contienda electoral.
La inquietud del Gobierno es evidente. La postulación de Cristina Kirchner en la Tercera Sección Electoral era el escenario ideal para los estrategas libertarios. Por un lado, facilitaba un acuerdo sin mayores resistencias con los aliados que esperan absorber dentro de La Libertad Avanza (LLA). Por otro, calculaban que con ella en primera línea, el peronismo tendría mucha más dificultad para superar su actual estado de estupefacción, fractura e impotencia. De hecho, la intención de Milei de «ayudar» a la expresidenta se hizo manifiesta cuando el Gobierno maniobró para impedir la aprobación de la ley de «ficha limpia».
Además, en la última semana, dirigentes de la oposición amigable percibieron la sombra de otro «pacto» en la madrugada de Diputados, durante la resolución de la presidencia de la comisión investigadora del caso $LIBRA. El peronismo, tras mucho debate, aceptó la intención libertaria de trasladar la discusión a otro ámbito, dejando el cargo probablemente en manos de un legislador afín al Gobierno.
La Casa Rosada ha enviado mensajes «encriptados» a la Corte Suprema, expresando su preocupación por el «terremoto político» que desataría una condena firme contra la principal figura de la oposición. Esto, según un estratega oficialista, llevaría a denuncias de «proscripción» y un posible alto ausentismo en las elecciones de septiembre en Buenos Aires, deslegitimando un eventual triunfo oficialista.
El Duelo Peronista y la Batalla Cultural
Cristina Kirchner también ha comentado a intendentes aliados que espera un fallo adverso en los próximos días, algo que deslizó en público en Corrientes: «Hay que estar atentos a que me metan presa». Su anuncio de candidatura, un mes y medio antes de lo previsto, busca enmarcar cualquier decisión judicial en un contexto electoral.
Esta postulación ha acorralado a Axel Kicillof en su intento por desvincularse de ella. Cristina se incluyó en la lista sin negociar, defendió la «nacionalización» de la campaña (contraria a los objetivos del gobernador) y demostró que mantiene su poder de centralidad. Kicillof se encuentra en una trampa: aceptar las condiciones de Cristina sin chistar dañaría su plan de emancipación, mientras que enfrentarla lo arriesgaría a una derrota casi segura contra los libertarios. «Una cosa es ser valientes y otra, suicidas», advierte un referente del «kicillofismo». El reciente encuentro entre Kicillof y su mentora fue áspero y sin signos de reconciliación.
Los intendentes aliados evalúan a Kicillof, buscando ver hasta dónde se atreve a cortar lazos con Cristina. Detestan, en particular, a La Cámpora y la sumisión que impuso en el peronismo bonaerense. Sin embargo, lo que discuten no es la unidad, sino cómo ir juntos a las elecciones, como un «matrimonio divorciado que negocia para asistir en paz al cumpleaños del hijo».
Kicillof y los suyos aún no logran definir una disidencia ideológica o programática clara con el kirchnerismo, ya que las encuestas muestran una coincidencia casi total entre sus seguidores. La disputa parece reducirse a una «pelea por espacios de poder», una característica de «la casta» que Milei denuncia. La gran incógnita es qué sucedería en el peronismo si «la Jefa» terminara presa y fuera de carrera, lo que obligaría a repensar toda la estrategia de campaña.
La Crueldad en la «Batalla Cultural» y el Desgaste de la Narrativa Antisistema
La cúpula libertaria es consciente de que sin Cristina Kirchner como antagonista, deberán reinventar su estrategia. Milei descubrió en momentos de fragilidad de su mandato que el apelativo «kuka» era muy útil para desacreditar cualquier crítica. Su antikirchnerismo es una construcción reciente, ya que en campaña presidencial renegaba de la «grieta» y proponía una refutación a toda la clase política. El fantasma del regreso kirchnerista le ha permitido denunciar una persistente campaña de desestabilización.
No obstante, este recurso empieza a desgastarse. La semana pasada, el Gobierno experimentó una preocupante soledad en el Parlamento cuando la oposición logró quórum y aprobó un aumento del 7.2% para jubilados con 142 votos. En esta votación, perdió el apoyo de 9 legisladores del PRO, que se abstuvieron una vez que la derrota oficialista era inminente. Varios gobernadores que solían acompañar al Gobierno permitieron que sus delegados avanzaran con proyectos que Milei rechazaba. Ahora, el oficialismo se ve forzado a rearmar un bloque que le permita blindar el veto si la ley avanza en el Senado, enfrentándose a las consecuencias de despreciar la construcción política en nombre de la «pureza antisistema».
La posibilidad de que un Congreso opositor desafíe el rumbo fiscal genera más ruido en los mercados que la «amenaza etérea» de una refundación kirchnerista. Esto es especialmente relevante cuando las demandas sociales se acumulan debido a un plan de ajuste ejecutado con la lógica de la «motosierra». Las protestas del Hospital Garrahan, los recortes en políticas de discapacidad y las penurias de los jubilados son señales de agitación a las que el oficialismo aplica las reglas de la «batalla cultural».
Milei exagera su inflexibilidad. Llamó «ratas» y «degenerados fiscales» a los legisladores que promovieron el aumento de haberes, insultó a periodistas que dieron voz a personas con discapacidad y aplaudió a la diputada Juliana Santillán por tildar de mentirosos a los médicos residentes del Garrahan. El episodio de Santillán, donde una diputada que gana 5 millones de pesos y se presenta con una «diplomatura» online cuestionó el salario de una pediatra basándose en datos erróneos de la canasta básica, retrata la «lógica de un poder sin reglas» que Milei promueve. Este espectáculo, avalado por un gobierno que defiende la meritocracia, es un ejemplo de «la casta» que Milei denunciaba: privilegiados desconectados de la realidad.
Su compañera de bancada, Lilia Lemoine, se sumó a las críticas contra los médicos, instándolos a estudiar carreras rentables y afirmando: «Nadie tiene por qué pagar por tus sueños. Yo quería ser astronauta». Sus comentarios, al igual que los de Santillán, reflejan el nuevo «sentido común» que Milei busca imponer en Argentina, con un estilo grotesco. El ministro Federico Sturzenegger, con otra formación, afirmó que «un hospital es eminentemente un gasto público que se financia con los impuestos», una visión muy en línea con el «regalo» de Milei al Papa.
La utopía libertaria busca desarticular la salud estatal, desprecia a los críticos, combate el multilateralismo, cuestiona la diversidad sexual (llegando a referirse a los homosexuales como «sodomitas»), quiere eliminar la obra pública, considera ilegítimo el fomento a la ciencia, condena el ecologismo, tolera el adoctrinamiento infantil «con las ideas verdaderas» y fomenta el odio hacia quien difunda ideas o información «inconvenientes», todo en nombre de la libertad.
Según Jesús Huerta de Soto, el pensador anarcocapitalista admirado por Milei, el comportamiento del presidente es «50% teatro y 50% falta de paciencia». Afirma que cada vez que Milei dice «zurdo de mierda», consigue 100.000 votos más. Al discutir las «formas» de Milei, se corre el riesgo de perder de vista el fondo de su propuesta. Para los potenciales aliados de LLA, que esperan equilibrio fiscal y baja de impuestos, la «autenticidad» de Milei es una ayuda imprescindible. Ellos también miran a la Corte: ¿cómo digerirían las concesiones si Cristina Kirchner ya no estuviera en la trinchera de enfrente?